Andrés Calamaro a sus 60: "No soy un abonado a la nostalgia"

Nació el 22 de agosto de 1961, y aunque está entre los mayores autores de hits en español, su carrera excede eso; se remonta a los ‘70, no muy lejos de los orígenes del llamado “rock nacional”.

Nacionales 22/08/2021
Calamaro

Muchos músicos novatos de las décadas del 80 y 90 creían que sólo podían hacerse discos en los estudios de grabación, al amparo de ingenieros, arregladores, sesionistas y altares tecnológicos donde encandilaban ciudades de perillas que le darían lustre y relieve a la obra.

Pero “nada de eso es importante”, según dijo alguna vez Javier Martínez (compositor, fundador y baterista de Manal) y ratificó hace poco Mario Breuer –ingeniero de sonido y productor discográfico histórico de Charly García, los Redonditos de Ricota, Luis Alberto Spinetta e incluso del propio Andrés– sino “la buena canción bien tocada” en sus textuales palabras.

Andrés encarna esa sapiencia artesanal de la canción; sabe de su tallado, de su color, de su sentido, de su lírica, aunque acaba de decirnos textualmente: "no soy poeta, soy lector no habitual de poesía y nada más”.

Quizás tenga razón, porque una canción no es un poema: es otra entidad, de distinto comportamiento y diferente estructura vital. Esa materia "cancional" -si vale el neologismo- es, para Calamaro, una especialidad que se lleva, rara vez se aprende, y él abarca desde muy chico.

Tiempo después de sus Mil horas o Sin Gamulán, incluso también después de su etapa española con gemas comoMi enfermedad, No se puede vivir del amor y Sin documentos, vino un tercer capítulo de su obra solista donde se reveló Salmón, a la vez que inagotable procreador de letras.

Terminaban los ‘90, y supimos entonces de aquellas épicas jornadas de varios días corridos en los que se encerraba en su casa a grabar con la más rústica de las tecnologías: una analógica porta-estudio a cinta de donde brotaban más titánicos y pródigos hits: Flaca, Loco, Paloma, entre otras benditas canciones bien tocadas. Es decir, estaba lo principal, lo imprescindible, lo que Breuer señalaba. Por supuesto, ese material pasaría después por mezclas, masterizados y demás procesos; pero en cualquier caso, el cuerpo estaba, el resto era ropaje.

El siglo XXI encontró a un Calamaro creativo en otra nueva instancia, ligada a la canción. Les abrió la puerta a los pares. A personas que, como él, hacen canciones buenas o hacen buenas a las canciones.

El hallazgo de encontrar qué para quién entre la profusa obra del ya muy ex Raíces, ex Abuelos de la nada, ex Los Ródriguez es esa sinergia presente en Dios los cría: un gran disco, lleno de esa presencia espectral que hace a la canción, de buen gusto, de riesgo. Así, a poco de salir su nuevo álbum y en el día de su nueva edad, qué mejor que hablar con él, que nos respondió desde Madrid, donde eligió vivir hace ya tiempo.

Los invitados de este último disco abarcan lo indecible: van desde Mon Laferte, hasta “el Niño” Raphael (que canta el tango compuesto por A.C y Mariano Mores) pasando por Milton Nascimento y Carlos Vives. Sin embargo, uno podría arriesgar que hay un denominador común hacia los géneros centroamericanos. Fue lo primero que le preguntamos.

-Andrés, en Bohemio (con Julio Iglesias (corte que recibió el premio Gardel en su categoría) Paloma (con Sebastián Yatra) y otros temas de este disco pareciera sobrevolar omnipresente el bolero ¿hay algo de eso intencional?

-No, no lo pensamos como disco de boleros, ni hablamos del bolero como eje del disco ni una sola vez. Entiendo el bolero como un tempo, la velocidad de la clave. Quizás como hablar del standard, pero en castellano. Acaso reposa en Martin Bruhn (y el arreglo para trío) el comando de esa clave. Pero yo no soy estudioso del bolero. Escucho sí, detalles de Javier Solís, Daniel Santos, Rolando Laserie, los tríos mexicanos, el repertorio de Armando Manzanero y los boleros interpretados por Héctor Lavoe e Ismael Rivera. Sin embargo, Dios los Cría no es un “disco de boleros”, es un disco de Jazz & Pop.

-Pero parece haber guajira en Estadio Azteca, hay bachata en Horizonte, en Tantas Veces ¿Son géneros que escuchás?

-Ciertamente no, creo que nunca los escuché fuera de dos o tres cosas que oímos todos alguna vez. Ni siquiera sé qué son, ni cómo suenan la bachata o la guajira.

-Pusiste un mosaico de voces que fuera de su contexto habitual suenan potenciadas. Un Raphael salvaje en el tango Jugar con Fuego, una Julieta Venegas oscura, lírica en Pasemos a otro tema. El disco entero es una expresión de esto ¿Las canciones mejoran al intérprete y viceversa?

-Sí, las dos cosas. Tiene que ser así. Una canción sin intérpretes no existe, es una partitura, una letra garabato, o un pentagrama. Los intérpretes recreamos las canciones, llámense canciones, standard, blues o el nombre que les corresponda a las obras musicales dispuestas.

También existen géneros donde la canción no es de fundamental importancia; en el rock, el blues, el flamenco... géneros y subgéneros derivados de raíces, regional contemporáneo o folklore. Distinto el standard americano o el tango, que son géneros pop sublimes o, podríamos decir entre comillas que sublimados. Pero el intérprete resignifica la canción en todos los casos, incluso en la música clásica.

-Volviendo a Dios los Cría, ha de haber sido una decisión importante qué tema canta cada voz ¿cómo se fue integrando esto? ¿Vos los asignaste?

-Pensábamos en decenas de cantantes para decenas de canciones que habíamos grabado y grabamos comandados por Carlos Narea en la producción musical general. Es un disco de cantantes muy buenos, curtidos en muchas grabaciones, todos artistas y especialistas en cantar con sentido y sensibilidad. Finalmente, todos elegimos un poco.

-¿Es también ese el rol del productor; encontrar el estado, la temperatura en donde las canciones germinan?

-Sin dudas. El disco tiene la firma de Carlos Narea. Dios los Cría encuentra cuerpo, temperatura y propiedades, en la producción de Carlos, imprescindible.

-¿Con quién -que ya no esté- te hubiera gustado hacer un dueto?

-Con Skip James, el bluesman.

“El rock es una institución prestigiosa”

-Lo que surge del reciente documental Rompan Todo,del cual participaste,sobre la historia del rock en español, es un origen más o menos identificable. Eso está claro, documentado, testimoniado. ¿Pero define algo, hoy mismo, la palabra rock?

-El Rock es una tendencia amplia… quizás el rock sea una forma de rock´n roll liberado de ser rhythm and blues. Hoy, el rock es una institución prestigiosa, que eventualmente llena teatros y estadios, que sigue inspirando a miles de personas, que nos importa y nos encanta.

-No todos saben que participaste de Raíces, banda argentino-uruguaya de los ´70 que fusionaba candombe, rock , funk ¿Cómo recordás esos días y esa música?

-Eran años complicados en Argentina; la misma noche de la firma del contrato discográfico (mi firma era simbólica puesto que yo era menor de edad con 16 años), nos detuvo la policía de Toxicomanía, de civil y armados. Mi mentor (hermano mayor y maestro) fue Beto Satragni, todo el conjunto era estudioso e interesante, músicos de jazz y de candombe, clave rioplatense y funk.

Raíces estaba fuera de mis posibilidades, yo era un aspirante a músico del rock y me faltaban hervores para tocar “candombe con jazz chops”. Fue una experiencia vital, sin plan B, una experiencia musical y personal muy interesante en mis días de estudiante secundario. Una formidable influencia y experiencia. Mi primer aproximación a muchas cosas, antes incluso de descifrar el rock o “el rock de canciones de rock”.

-De los Abuelos -e incluso antes- hasta el presente, en pocas palabras ¿qué te dejó cada etapa, qué añoras?

-No tengo una respuesta corta para eso. Tampoco estoy abonado a la nostalgia. Aun así, esta pregunta me remite a la escena final de Blade Runner, la de la lluvia. Como es una cinta que han visto miles de personas, consiste entonces en una respuesta válida o apenas una referencia al cine que quizás consista en respuesta válida. Sporting Life. (N. del entrevistador: “He visto cosas que ustedes nunca hubieran podido imaginar” es el sello del monólogo final del film que aquí Andrés evoca en código).

-¿Qué te encuentra haciendo este mes y los próximos como músico o autor?

-Estamos preparando distintas ediciones de Honestidad Brutal. La primera edición en long play. Es decir, primera reedición después del CD de 1999 que produjo Joe Blaney en Nashville. También un doble LP para el Record Store Day (que se celebró en julio) y una caja que reúne estas dos cosas además de contenidos de los llamados “inéditos y alternativos”.

Estrenaremos en breve otros videos buenos para Dios Los Cría. Y También están próximas a editarse algunas colaboraciones que hice este año grabando. Además, evaluamos próximas grabaciones de estudio, proyectos de distinta índole y naturaleza musical. En el terreno “literario” estoy disperso entre distintas cosas que constan como borradores o proyectos posibles.

-También estás haciendo una muestra fotográfica…

-Sí, hay una reciente exposición de mis fotos titulada “Devenir toro”, curada por Rodrigo Cañete, en la galería Azur, de Madrid. Podría replicarse en distintas ciudades. La muestra existe, además, en versión virtual

-¿Qué música estás escuchando?

-Ahora, jazz del período “eléctrico” de Miles Davis, y también el “segundo quinteto”, años sesenta, mayormente. Con eje en Bitches Brew, en sí mismo uno de los discos de jazz experimentales consagrados como “casi populares”. El Jazz es un mundo maravilloso, inaccesible; no soy músico de Jazz pero sí un oyente y aficionado.

-Hay un mito por ahí, al que suscribe Wikipedia, que dice que tu primer instrumento fue el bandoneón, que te regalaron a los ocho años ¿es cierto?

-No, no es cierto, jamás tuve un bandoneón en mis manos. Ni sabría cómo hacerlo sonar.

-¿Cómo te presentarías ante alguien que no te conoce? Soy Andrés Calamaro…

-Músico y caballero.

 

 

 

 

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