Cultivos ancestrales latinoamericanos: ¿el futuro de la alimentación está en el pasado?

Científicos investigan la quinoa, el amaranto, la chía, las legumbres y los maíces andinos por su alto valor nutricional y resistencia al cambio climático.

Nacionales06/10/2024
cosecha de quinoa

Investigadores de América Latina, España y Portugal investigan y difunden la importancia de los cultivos ancestrales en la región como la quinoa, el amaranto, la chía, las legumbres y los maíces andinos. Aunque no son los alimentos más utilizados en la actualidad, registran un alto valor nutricional y biológico, ya que son resistentes al cambio climático y pueden contribuir en la lucha contra el calentamiento global. Según datos de la Organización Internacional para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en el último siglo se perdió el 75 por ciento de la diversidad agrícola y solo 9 cultivos representan más del 65 por ciento de la producción total. En este contexto, los científicos crearon una red que, además de estar integrada por académicos, universidades y organismos públicos, está compuesta por asociaciones de consumidores, empresas y hasta especialistas en cocina. A partir de estas plantas que tienen miles de años, el objetivo es crear productos saludables, sabrosos y que sean socialmente aceptados. 

“Todos estos cultivos están subutilizados y nuestros ancestros los han preservado con su cultura, con su sabiduría ancestral, y han perdurado hasta nuestros días. Lo que pasa es que no son muy conocidos, entonces trabajamos no sólo para investigarlos, sino también para difundirlos a nivel internacional”, cuenta Claudia Mónika Haros, coordinadora de la Red de Valiosas Semillas Iberoamericanas (Red ValSe-Food), en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes. . 

Aunque algunos de ellos comenzaron a popularizarse como “súper alimentos” y cada vez hay más comercios especializados en estos tipos de productos, lo cierto es que todavía ocupan un lugar menor en las comidas cotidianas. De hecho, en el caso argentino, diferentes informes advierten que la población consume entre 90 y 95 por ciento menos de legumbres que el promedio mundial. Mientras que a nivel global se ingieren alrededor de 8 kilos por persona cada año (según datos de la FAO), documentos del exministerio de Agroindustria y la Cámara de Legumbres de la República Argentina afirman que en el país la cifra oscila entre 250 y 800 gramos.  

Cultivos luchadores

Las semillas, los granos y las legumbres ancestrales latinoamericanas, en particular aquellas de las zonas andinas, se destacan por combatir en varios frentes. En primer lugar, el paso del tiempo y la productividad agrícola a gran escala. A pesar de que cada vez se producen menos variedades y los monocultivos acaparan grandes extensiones, lo que no solo afecta la biodiversidad, sino también la calidad de los suelos, las diferentes variedades de maíz y porotos fueron resguardadas por comunidades locales.

A su vez, estos cultivos podrían ocupar un lugar central en el combate contra la desnutrición y la malnutrición, ya que se destacan por su alto contenido de nutrientes y proteínas. Además, son bajos en grasas, sodio, y no tienen colesterol, lo que ayuda a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares. En este aspecto, se estima que alrededor de 2800 millones de personas en el mundo no tienen una dieta saludable, lo que se traduce en altos índices de obesidad.

De igual manera, estos cultivos ancestrales pueden contribuir en la lucha contra el calentamiento global. Así lo explica Haros: “Son resilientes al cambio climático, se adaptan perfectamente y dan respuesta a la seguridad alimentaria. Necesitamos rotar los cultivos y aumentar la biodiversidad porque se están deteriorando los suelos. Cada vez hay más zonas que se inundan y tienen grandes sequías, y estos cultivos pueden ayudar a resolver estos problemas”.

Guía para reconocer

Según la investigadora, las claves para que la sociedad conozca y se apropie de estos cultivos pasan por la educación, la divulgación y las políticas públicas. Aunque la demanda de quinoa aumentó en los últimos años y sus principales compradores son Estados Unidos, China y algunos países de Europa, todavía queda mucho trabajo por hacer a nivel local y regional, donde estos alimentos son vistos de reojo por muchas personas.

En este aspecto, Haros relata que “son cultivos nuestros y son nutritivos, pero se rechazan porque no se conocen. Por ejemplo, hace algunos días estuve en Perú y todo este tipo de cultivos se consideran alimentos de indígenas, entonces se subutilizan y se desechan. Hay una gran ignorancia con respecto al valor nutricional y sanitario que pueden brindarnos”. 

Por eso, destaca la científica argentina que coordina la Red ValSe-Food, es importante que se trabaje en las escuelas y que los investigadores realicen tareas de divulgación para llegar a la mayor cantidad de personas. “Necesitamos dar a conocer sus características para que toda la sociedad los demande y que no sea privilegio de unos pocos”.

Asimismo, otra línea de acción está ligada al rol que pueden jugar las políticas públicas contra los productos que no son nutritivos y cuyo consumo en exceso es perjudicial para la salud. “No todo el trabajo lo tenemos que hacer los científicos, los gobiernos también tienen que hacerse cargo y apoyarnos. Las autoridades sanitarias deben tomar cartas sobre el asunto y frenar no solo la publicidad engañosa, sino también los alimentos con altos contenidos de azúcares, grasas y sodio”, subraya Haros.

Por Nicolás Retamar- Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.

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