El turismo amenaza el equilibrio ambiental de la Antártida

Desde 2019 el número de personas que visita el continente antártico ha crecido ininterrumpidamente. Las alarmas se encienden en el ecosistema blanco.

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Visitar la Antártida se ha convertido en uno de los destinos de moda.123 mil turistas lo hicieron en la temporada 2023-2024, lo cual representa un crecimiento del 40 por ciento respecto de los 56 mil registrados en 2018-2019. Este número preocupa por las consecuencias ambientales que puede traer sobre el continente. El foco de la atención está puesto en los cruceros que emiten una gran cantidad de dióxido de carbono y generan un acelerado derretimiento de la nieve. 

La Antártida dejó de ser un destino únicamente para científicos y militares. Por lo que la introducción inadvertida de especies no nativas por parte de turistas se ha convertido en un verdadero problema. Para ello se aplican medidas de desinfección y esterilización sobre la indumentaria y utensilios de los turistas, con el objetivo de que estos no alteren el equilibrio y la preservación del lugar.

La principal preocupación es la huella de carbono. Se calcula que un turista antártico emite, en toneladas de carbono, lo mismo que una persona en cualquier punto de la Tierra en un año. A causa de la emisión de los barcos, helicópteros, aviones, camiones y generadores diésel, la nieve en los puntos de desembarco de turistas y las estaciones de investigación se ha ido oscureciendo cada año, lo cual hace que se derrita con mayor velocidad.

Entre todos los medios de transporte, la peor parte corresponde a los cruceros, que son los que más contaminan. Para tener referencia: el viaje turístico medio a la Antártida genera 5,44 toneladas de emisiones de dióxido de carbono por pasajero. Actualmente, más del 90 por ciento del turismo antártico y sus respectivas actividades se realizan en estas embarcaciones de gran porte. Ante esta situación, diversas compañías del rubro introdujeron nuevos barcos que generan menos emisiones de CO2.

Estos factores aceleran el derretimiento de la nieve y se estima que, entre 2016 y 2020, cada turista que visitó la Antártida derritió unas 83 toneladas de nieve. Todo ello contribuye al calentamiento global y la consecuente alza en las temperaturas normales, que en 2024 se elevaron hasta 10° por encima de lo habitual.

Un tratado tan frágil como la Antártida

La Antártida es un continente extremadamente vulnerable no sólo por la fragilidad de su ecosistema, sino también por la falta de un único órgano rector. El Tratado Antártico, que entró en vigor en 1961, fue firmado por los doce países que habían llevado a cabo actividades científicas en el territorio durante el Año Geofísico Internacional (AGI) de 1957-1958.

Las naciones que inicialmente firmaron el Tratado fueron Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, el Reino Unido, Sudáfrica, y la Unión Soviética. A partir de la firma, el número de signatarios ha ido en aumento.

Actualmente, las partes del Tratado son 58, aunque solo 29 poseen la categoría de “miembros consultivos”, que les otorga el derecho de votar. Este número hace tedioso implementar medidas regulatorias, ya que todos los miembros deben llegar a un acuerdo para hacerlo.

Los inicios

El turismo antártico no es nuevo. La actividad turística comercial se inició de manera oficial en el verano de 1958 cuando el Transporte Naval argentino “Les Eclaireurs” llevó a 98 pasajeros hacia el continente, partiendo desde Ushuaia.

Hasta principios de la década de 1980, solo unos cientos de turistas visitaban la Antártida. En los noventa, el turismo antártico se consolidó, con un aumento en el número de buques, viajes y pasajeros. Desde ese entonces las actividades turísticas tuvieron un acrecentamiento sostenido que continua hasta el día de hoy, que es cuando el número de viajeros se ha convertido en un verdadero riesgo para el continente blanco. Nada menos que 123 mil personas por temporada desembarcan en este paraíso blanco. El equivalente a dos canchas de River colmadas de espectadores. 

Si bien las actividades que se pueden realizar son cada vez más variadas, también es cierto que se trata de un destino costoso: según la categoría y el itinerario, un viaje a la Antártida cuesta entre 5 mil y 25 mil dólares, alcanzando incluso los 100 mil dólares por persona.

A pesar de ello, la temporada 2024 registró un récord en el número de turistas, superando en un 40 por ciento al pico histórico de 2019. Todo parece indicar entonces, que la humanidad se encamina, en los años venideros, a la destrucción de una de las pocas porciones de tierra que el planeta conservaba aún intacta.

Por Agencia de Noticias Científicas UNQ

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