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Cómo era el primer periódico patrio que creó Mariano Moreno
A 212 años de su aparición repasamos la primera edición de la "Gazeta de Buenos Ayres", publicación que expresaba el ideario de los próceres de la Revolución de Mayo. Con Moreno como editor principal e ideólogo, desde aquellas páginas aparecidas el 7 de junio de 1810 se apostaba a informar, comprometer y vislumbrar un futuro en libertad.
Nacionales07/06/2022“¿Por qué se han ocultado a las Provincias sus medidas relativas a consolidar su unión, bajo el nuevo sistema? ¿Por qué se les ha de tener ignorantes de las noticias prósperas o adversas que manifiesten el sucesivo estado de la Península?”. Los interrogantes corresponden a la nota que bajo el título “Orden de la Junta” abre el número 1 de la Gaceta de Buenos Aires, que el 7 de junio de 1810 se convirtió en el primer órgano de prensa de la Patria en ciernes.
Preguntar, interpelar, convocar a la acción. Un gesto de periodismo moderno y revolucionario en la América hispánica sometida a la censura y al absolutismo de la Corona Española. Y en la tapa de aquel primer número, apenas después de la fecha, una frase del historiador romano Cornelio Tácito para que no quedaran dudas: “…con la rara felicidad de los tiempos en los que pensar lo que quieras y decir lo que piensas está permitido”.
La Gaceta de Buenos Aires fue impulsada por Mariano Moreno y fundada por orden de la Primera Junta cinco días antes de su aparición: el 2 de junio de 1810. En el decreto que la creaba, el primer gobierno patrio fundaba su razón de ser en “el derecho que tiene el pueblo de saber la conducta de sus representantes”. Y se mantendría viva durante once años, cuando el 12 de septiembre de 1821 Bernardino Rivadavia la sustituiría por el Registro Oficial.
Esparcir las ideas
La redacción de la publicación fue encargada al vocal y sacerdote Manuel Alberti, aunque la mayoría de los textos resultaron escritos por Moreno, el principal ideólogo de la Revolución de Mayo. Al menos, hasta su renuncia a la Junta en diciembre de 1810. También participaron en el flamante medio Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Pedro Agrelo y Bernardo de Monteagudo, entre otros.
“Cuando se estableció la Junta, se echaba de menos el medio sencillo de esparcir las ideas, y hacer a los hombres comunicativos, que en todas partes se ejecuta por esta clase de escritos. Esta falta no pudo escapar a la penetración del doctor Moreno, y su anhelo del bien público lo determinó a la fundación de una gaceta enteramente nueva, y que jamás se habría visto en las colonias en otras circunstancias”, relata Manuel Moreno, hermano del Secretario de la Junta, en “Vida y Memorias de Mariano Moreno”.
La Gaceta fue el quinto medio impreso de Buenos Aires y el primero de un gobierno autónomo de la metrópoli. Sus antecedentes inmediatos, el “Telégrafo Mercantil”, el “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio” o el “Comercio de Buenos Aires, carecían del contexto que ahora se presentaba: impulsar un gobierno en nombre de Fernando VII (cautivo de Napoleón) pero con el ideario de Napoleón, o al menos de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
“La Gazeta de Buenos Ayres -agrega Manuel Moreno- salía periódicamente dos veces en cada semana, fuera de las ocasiones que exigían una publicación extraordinaria, las cuales ocurrían frecuentemente” y buscaba “excitar el ánimo del pueblo a examinar sus intereses y sus derechos; establecer los principios sólidos de su felicidad, y combatir a los agentes de la tiranía”.
Número uno
El artículo que abre el primer número de la Gaceta es todo un editorial, tanto en el sentido periodístico como político del texto. Allí se fijan los lineamientos que esboza Manuel Moreno en el texto sobre su hermano. También los objetivos periodísticos: llegar a los habitantes de Buenos Aires, informar sobre las medidas del gobierno provisional (la Junta debía ser ampliada o reemplaza por un órgano que incluya representantes de las llamadas provincias interiores) y dar cuenta de la guerra contra los franceses en territorio español.
“Una exacta noticia de los procedimientos de la Junta, una continuada comunicación pública de las medidas que acuerde para consolidar la grande obra que se ha principiado, una sincera y franca manifestación de los estorbos que se oponen al fin de su instalación y de los medios que adopta para allanarlos, son un deber en el gobierno provisorio”, detalla la nota de apertura, que tiene en su primera letra capitular un detalle distintivo de diseño.
Y además: “Cuando el Congreso general necesite un conocimiento del plan de gobierno que la Junta Provisional ha guardado, no huirán sus vocales de darlo, y su franqueza desterrará toda sospecha de que se hacen necesarios o temen ser conocidos, pero es más digno de su representación fiar a la opinión pública la defensa de sus procedimientos y que cuando todos van a tener parte en la decisión de su suerte, nadie ignore aquellos principios políticos que deben reglar su resolución”.
La libertad de expresión y la democratización del debate sobre las políticas de gobierno aparecen como los ejes del texto firmado por Mariano Moreno como Secretario de la Primera Junta. Sobre el final se informa además que Manuel Alberti hará las veces de director del flamante periódico, recibiendo los escritos a publicar. Todo como “demostración sincera de aprecio” del gobierno hacia “el pueblo” por la confianza depositada en ella para “asegurar la felicidad de estas Provincias”.
Noticias de aquí y de allá
Separada apenas por una filigrana (una suerte de doble bigote mostacho), la publicación continúa con una serie de noticias referidas a la guerra en España: la intercepción y desvío de una fragata que había partido de Lima por parte de la Armada británica para que no caiga en manos de los franceses; y cartas procedentes de Cádiz que dan cuenta de los preparativos en el puerto de esa ciudad de la Corona para repeler a las tropas napoleónicas.
Después vuelve la información local. En ellas se destaca la renuncia del Portero de la Secretaria del Superior Gobierno, que había servido al depuesto Virrey Cisneros. Y enseguida una desmentida: que se hayan dejado de pagar los sueldos a los “empleados civiles” de la administración. De lo que se trata, informa el texto, es de una nueva modalidad que establece la necesidad de un decreto especial de la Junta. El objetivo: ordenar las erogaciones y evitar discrecionalidades.
La edición inaugural de la Gaceta continúa con una nota un poco más extensa que las anteriores, donde se repite el título “Orden de la Junta” (en itálica como detalle de diseño). Se refiere a la fijación de nuevos aranceles para la exportación de cuero, estableciendo como límite a esta medida de política económica “la celebración del Congreso de las provincias dependientes”. Toda una declaración política de integración entre Buenos Aires y las llamadas provincias interiores, donde se miraba con cierto recelo los sucesos de Mayo.
En el mismo sentido puede leerse el texto que le sigue, referida a la jura y fidelidad de todos los funcionarios públicos a las nuevas autoridades. Es decir, a la Primera Junta surgida el 25 de mayo de 1810. Es el texto más político, junto con la editorial de apertura, del primer número.
Una crónica llena de adjetivaciones (“magnífico espectáculo”, “feliz resultado de tan respetable Asambea”, “las almas sensibles desfallecían ante la novedad de una impresión dulcísima”, etc.) que pretendía reforzar la conveniente lealtad a Fernando VII y suturar las heridas abiertas con la revuelta que había depuesto al Virrey sólo unos pocos días antes.
“Todos juraron; y todos morirán, antes que quebranten la sagrada obligación que se han impuesto”, informa (¿y advierte?) la nota en sus párrafos finales. Y enseguida da cuenta de la celebración, el 30 de mayo, del Te Deum en la Catedral, donde hubo doble festejo: el día de “nuestro augusto monarca Don Fernando VII” y “la instalación de la Junta”. El texto deja constancia además de la participación de todas las “corporaciones, jefes y vecindario”. Y también del “Excelentísimo Señor Don Baltazar Hidalgo de Cisneros”.
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En el tramo final, la publicación vuelve sobre las noticias del “exterior”, como si retomara una imaginaria sección de “Internacionales”: desde Estados Unidos informan sobre la presencia de “muchos emisarios de José Bonaparte” en Baltimore, cuya misión sería “la de formar partidos”; una alerta sobre el avance de tropas portuguesas sobre territorio nacional traspasando “la banda meridional del Ibicuy”, acerca de lo cual la Junta tomará las medidas para “resguardar la integridad de los territorios del Rey”; y la carta “de una persona respetable” dando cuenta de nuevas noticias sobre la resistencia en España a los franceses.
El último artículo destacado del primer número será la publicación parcial de una proclama del Consejo de Regencia (máxima autoridad para la España ocupada) convocando a los “españoles americanos” a enviar diputados para un Congreso nacional para coordinar la lucha contra Napoleón, unificar todos los territorios de la Corona Española y contribuir a la “restauración y recomposición de la Monarquía”.
Si bien el texto no está acompañado por comentarios de ningún tipo, se promete la impresión y difusión completa de la proclama. Un acto informativo que para el sector más radical de los patriotas, expresados en Moreno, Castelli y Belgrano, daba cuenta de la complejidad de los tiempos por venir. Esto es: el retroceso del papel democratizador que jugaron las Juntas en buena parte de la Corona y el avance, sesgo restaurador incluído, del absolutismo que evidenciaría el Consejo de Regencia.
Un grito de libertad
Ya en el final del pliego y medio por el que se extendía la Gaceta de Buenos Aires aparecía las condiciones de suscripción y el precio de la misma, tanto para Buenos Aires como para las provincias interiores, Chile y Perú, en un claro intento de poner en debate las ideas revolucionarias más allá del Río de la Plata.
Después, como una firma y en imprenta mayúscula, la inscripción CON SUPERIOR PERMISO. Y el lugar donde se imprimió, la Real Imprenta de Niños Expósitos, que estaba ubicada junto a la Iglesia de San Ignacio (hoy Alsina y Bolívar). Allí mismo Mariano Moreno publicó la traducción del Contrato Social de Rousseau y "La representación de los hacendados".
Pero este no es el fin. Había espacio para algo más. Para un apéndice titulado “Sumplemento a la Gaceta”. Allí los patriotas declaran no poder mirar “con indiferencia los loables fines propuestos en la expedición que pidió el Pueblo para las provincias interiores” y convocan a los voluntarios que deseen alistarse en la misma.
La revolución no se detenía. Tampoco la lucha por la democratización, la equidad social y la libertad de expresión. Y ahí estaba aquella edición fundacional de la Gaceta de Buenos Aires para demostrarlo.
Quedó entre las peores aerolíneas del mundo.
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