Infancias influencers: ¿cuál es el impacto de la sobreexposición en los pequeños famosos?

Millones de personas de todo el mundo ven el día a día de niños y niñas a través de redes sociales. Desde la psicología, la Agencia analiza este fenómeno.

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De manera reciente, la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ dialogó con especialistas acerca de cómo afecta el uso de las pantallas a las infancias más pequeñas. Ahora bien, ¿qué sucede cuando es el niño o la niña el que está del otro lado de la cámara? En un mundo hiperconectado, muchas infancias poseen cuentas en redes sociales (gestionadas o no por sus padres), donde se muestra el momento a momento de la vida de los menores. Ellos bailan, cocinan o simplemente generan situaciones graciosas que millones de personas en todo el mundo están viendo. ¿Cuál es el impacto para estas infancias? ¿Están preparadas para seguir una lógica de generar contenido cada cierto tiempo? ¿Hay disfrute para ellos?

“Dejar expuesto a un niño o niña a ser influencer, a exponerlo o recibir contenido e información de manera masiva es súper aversivo porque su sistema cerebral no está preparado aún. La exposición masiva puede resultar traumática para ellos y puede traer a posteriori consecuencias elevadísimas”, afirma Daiana López Cross, licenciada en Psicología y especialista en niños y adultos, a la Agencia.

Durante la infancia y adolescencia el sistema cerebral, la identidad, las habilidades y destrezas, las funciones psicológicas, así como otros aspectos, están en construcción. “Al estar en pleno desarrollo, los niños son vulnerables y se corre el riesgo de que reciban comentarios, críticas o algún tipo de violencia verbal que generen un trauma en ellos, es decir, una vivencia que no pudo ser metabolizada y que, cuando son adultos, les trae consecuencias severas”, explica.

Para la especialista, la clave está en la responsabilidad que tienen los adultos a la hora de monitorear esta exposición, es decir, ¿qué exponen? ¿Hasta dónde? ¿Cuánto reciben de las redes sociales? Así como los comentarios negativos o descalificantes pueden afectar a las infancias, también lo puede hacer cualquier mensaje que omita un elogio aunque no tenga la intención de lastimar. De esta manera, el niño o niña puede percibir este mensaje como una falta de refuerzo o de confianza en él y dejar una huella en su mente.

Ahora bien, ¿qué sucede si el niño, niña o adolescente tiene un interés genuino por mostrarse en redes sociales o ser actor o actriz en algún momento? “Siempre hay que monitorear la salud mental en momentos de exposición para chequear la gestión de emociones, el verdadero disfrute, la estructura de la personalidad y su sistema cognitivo“, aporta la terapeuta formada en terapia cognitivo-conductual.

Millones de ojos los miran

Un ejemplo de infancias influencers es Garza Crew, una cuenta de Tik Tok con más de 4,9 millones de seguidores, en la que participan una madre con sus dos hijas de siete años y las protagonistas son las niñas. Desde Oklahoma, Estados Unidos, publican contenido sobre outfits para ir al colegio, rutinas de cuidados de la piel de día y de noche o maquillajes. Las niñas, que están en edad de que se les caigan los dientes, parecen saber más de sombras, labiales y cremas que de juguetes.

En Argentina, Kuky Jazz estudia danza desde muy pequeña y publica contenido relacionado desde hace años. Su relevancia es tal que, no solo posee 593 mil seguidores en su cuenta de Instagram supervisada por sus padres y 136 mil en Tik Tok, sino que a los nueve años fue invitada a participar en Showmatch.

En sus videos se pueden ver los distintos ritmos que baila, la ropa que utiliza y que se asemeja a la que visten mujeres más grandes, así como también las colaboraciones que hace con marcas como el jugo Del Valle o de ropa como Hola Carola. En sus videos, los usuarios comentan: “Que grande estás Kuky”, “Yo te sigo desde que eras apenas una bebé” o “Una chica más que diva, la reina de la danza y el modelaje”.

Por otra parte, la cuenta de Tomas Cuanta Facha tiene más de 35 mil seguidores en Instagram. Se hizo conocido hace unos años cuando se viralizó un video en el que entra al baño mientras el padre hace sus necesidades y repite una frase: ¡Cuanta caca que hiciste! Los casi 36 mil seguidores saben que va al cine, que se mete a la pileta, que empezó a usar la bicicleta sin rueditas, que tiene un perro y ahora también un hermano.

Desde hace un tiempo, la cuenta de Tomás dejó de publicar contenido y los seguidores se lo hacen saber. Los comentarios van desde “¿Dónde estás Tomi? No puedo creer que este IG (abreviación de Instagram) no esté activo” y “Lo grande que estarán los dos. Se extraña a Tomi” hasta “Morí de amor. Cómo se llama tu hermanita!!!! Felicidades CRACK!” y “Cuanto tiempo sin saber de vos @tomascuantafacha”.

La relación que se da entre los usuarios y los menores es de familiaridad: las personas ven el día a día de cada uno de ellos, participan de su cotidianeidad, consumen sus rutinas de belleza y los momentos más íntimos, como el nacimiento de un integrante nuevo. Millones de personas en el mundo los ven crecer.

“Siempre hay que hacer escucha de lo que ellos quieren: ¿desean ser bailarines, actrices, tiktokers o influencers? ¿Eligen un camino de mayor exposición o desean flexibilizar eso? Hay que atender con respeto sus deseos y no olvidarnos quiénes son los responsables de su crianza y desarrollo adecuado: los adultos“, enfatiza López Cross.

Y asevera: “Si en algún momento ese niño presenta, por ejemplo, conductas abruptas, estados anímicos muy oscilantes, mucha irritabilidad o mucho perfeccionismo, inmediatamente hay que acudir a un profesional de la salud mental“.

Así como ellos, hay otros casos muy famosos, como Mirko (hijo de Marley, tiene 5,8 millones de seguidores y es ganador del Martín Fierro Digital), Matilda Salazar, (hija de Luciana Salazar, 398 mil seguidores), Ana García Moritán Ardohain (hija de Pampita y Roberto García Moritán, 301 mil seguidores), Luca Cubero (hijo de Fabián Cubero y Micaela Viciconte, 252 mil seguidores) o Dionisimo Mendoza (hijo de Flavio Mendoza, 238 mil seguidores).

 

 Por Luciana Mazzini Puga - Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.

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