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Cada vez más adolescentes evitan responder llamadas. ¿Qué hay detrás de este fenómeno? La voz de una especialista.
Nacionales02/03/2025Mariana tiene 16 años y domina la mensajería con destreza. Puede pasar horas entre chats, mensajes de audio y comentarios en redes sociales, pero cuando su celular suena con una llamada entrante, su corazón se acelera y su garganta se cierra. Prefiere ignorarlo y esperar a que el otro lado reciba un mensaje en su lugar. No es la única: cada vez más adolescentes sienten que hablar por teléfono representa un desafío aterrador.
Este fenómeno, conocido como “telefobia”, refleja cómo la virtualidad modifica la forma en que los jóvenes interactúan y perciben la comunicación. A través de la escritura, pueden pensar cada palabra, corregir errores y evitar silencios incómodos.
En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, la psicóloga Miriam Bustamante, miembro del Colegio Estudios Analíticos, con amplia experiencia en la práctica psicoanalítica con niños y adolescentes, explica que esta preferencia va más allá de lo tecnológico y evidencia cómo el mundo digital difumina los límites simbólicos de la interacción social. “La virtualidad ofrece un refugio donde resulta más sencillo evitar lo incierto y lo incómodo”, señala.
El vértigo de la llamada
Los adolescentes convierten los mensajes de texto en un espacio donde cada conversación se ajusta con precisión. Si algo no suena bien, se edita. Si no convence, se borra. Sin embargo, atender una llamada impone una realidad distinta: improvisación, pausas, tonos de voz y respuestas sin filtros. Y eso, para muchos, resulta aterrador.
Es que hablar por teléfono implica exponerse sin la posibilidad de corregir. No hay emojis que suavicen el mensaje ni tiempo para repensar lo dicho. “Las llamadas exigen reacción inmediata, y la falta de control sobre la conversación genera ansiedad en muchos jóvenes”, agrega Bustamante. La mensajería, en cambio, permite manejar los tiempos, evitar el cara a cara y construir una identidad digital más pulida. Esta aparente seguridad, sin embargo, puede profundizar el aislamiento social. Es decir, en la búsqueda de control, algunos terminan perdiendo habilidades esenciales para la vida fuera de la pantalla.
Esta tendencia se respalda con datos. Un estudio de la consultora Opinium para Uswitch.com en el Reino Unido reveló que casi una cuarta parte (23 por ciento) de los jóvenes de entre 18 y 34 años nunca atiende llamadas telefónicas, mientras que más de la mitad (56 por ciento) asume que una llamada inesperada significa malas noticias.
La investigación, basada en una encuesta a 2 mil adultos británicos, indica que los jóvenes prefieren comunicarse a través de redes sociales (48 por ciento) o mensajes de voz (37 por ciento), inclinándose hacia formas de comunicación más asincrónicas y controladas.
Sin embargo, aunque evitan las llamadas en su vida cotidiana, el 53 por ciento de los encuestados considera que recibir una llamada resulta esencial para anuncios importantes, como un compromiso o el nacimiento de un bebé. Además, una de las principales razones para ignorar el teléfono radica en la preocupación por las llamadas fraudulentas, una inquietud que afecta al 63 por ciento de los británicos.
Este panorama refuerza la idea de que la llamada telefónica perdió su protagonismo en la interacción diaria, pero sigue conservando un valor simbólico en momentos trascendentales, cuando la voz se convierte en el mejor puente para la conexión emocional.
¿Por qué llamar resulta tan intimidante?
Hace algunos años, el teléfono simbolizaba conexión. Llamar a alguien implicaba cercanía y urgencia. Hoy, en la era de WhatsApp, una llamada inesperada se interpreta casi como una invasión.
Juan Ignacio, de 30 años, recuerda cómo el teléfono solía ser un símbolo de estatus. “Antes, en Argentina, contar con una línea telefónica era un lujo. Hoy, si alguien te llama, lo primero que pensás es: ‘¿qué querrá?’”. Para él, lo que antes representaba una necesidad y se consideraba un bien exclusivo, ahora es solo una herramienta más dentro de un océano de opciones de comunicación. En esa línea, “la inmediatez de la llamada, que en otro tiempo era una ventaja, ahora se siente como una interrupción, sobre todo en un mundo donde todo puede resolverse con un mensaje o un audio que se responde cuando más convenga”, asegura.
Para Bustamante no todos los jóvenes enfrentan dificultades con la comunicación oral, pero para aquellos que sí, alcanzar un equilibrio resulta fundamental. “No se trata de rechazar la tecnología, sino de utilizarla de manera saludable”, dice. En ese sentido, insiste en que la solución no pasa por eliminar la virtualidad, sino por acompañar a los adolescentes en la construcción de herramientas que les permitan sentirse seguros también en la interacción cara a cara. “El miedo a hablar por teléfono refleja una desconexión mayor con la comunicación espontánea. Es importante ayudar a reconstruir esos espacios de interacción real”, afirma la especialista.
Con todo, Mariana sigue evitando las llamadas. Pero tal vez, con el tiempo, logre descubrir que una conversación sin filtros, sin edición y sin guiones puede ser más liberadora de lo que imagina.
Por María Ximena Perez | Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.
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